martes, 15 de febrero de 2011

SE HA ROTO LA PACIENCIA DE LAS FEMINISTAS

Hojeando la histórica y rompedora revista Vindicación Feminista de los años setenta, encontré un artículo que hoy comparto con ustedes. A pesar de haber sido escrito hace más de treinta años, cuanta razón lleva. Sí, muchas ya hemos perdido la paciencia, y aunque ahora no se trate de la revista Interviú, a la que alude el artículo, aún siguen existiendo miles de publicaciones machistas alrededor del mundo. ¿Hasta cuándo seguiremos aguantando esta situación?
Foto del archivo de Vindicación Feminista, tomada por Colita

El texto es producto de una acción que realizó el colectivo Vindicación Feminista y simpatizantes. Elvira Siurana, que participó, me relata como algunas llamaron al reportero diciendo que habían sido violadas y que se ofrecían a participar en su reportaje. El reportero aceptó y muy pronto vio como su oficina fue invadida por mujeres muy enfadadas, armadas de tomates y sprays para protestar por su anuncio.

El artículo que reproduzco fue publicado en 1977, pero hoy, en el 2011 la situación de la mujer ha cambiado muy poco. Tal vez ya es hora de seguir el consejo de este escrito y que de una vez por todas enterremos nuestra historia secular de sumisión y escupamos sobre nuestros verdugos... No estaría mal retomar la práctica de abordar directamente a los agresores, como lo vienen haciendo más recientemente en Argentina con los llamados “escraches” o en Chile, con “las funas”.

Si quieres leer más sobre la revista Vindicación Feminista, te invito a pasearte por un nuevo blog (aún en construcción), que Elvira Siurana ha iniciado. Para acceder pincha en este enlace:  Vindicacion Feminista - la revista

Y si quieres adquirir una copia del magnífico libro Vindicación Feminista: una voz colectiva, una historia propia, que reúne todos los ejemplares digitalizados, no dudes en ponerte en contacto con Vindicación Feminista para más información: vindicacionfeminista@yahoo.es

Se ha roto la paciencia de las feministas

Durante siete mil años las mujeres han sido apaleadas por sus maridos, castradas brutalmente por sus padres, vendidas como esclavas o concubinas para resolver los problemas económicos de la familia, asesinadas al nacer para evitar molestias, condenadas a muerte civil sin bienes, sin apellido, sin trabajo, sin salario, sin instrucción, sin derechos, convertidas en animales reproductores, en objetos de placer sexual para el goce del varón.

Y antes, y ahora y siempre violadas sistemáticamente. Por el conquistador de turno, por el enamorado novio, por el sagrado marido, por el loco, obseso ciudadano, respetable y respetado a la vez padre de familia, ejecutivo empresarial, estudiante de buena familia, camionero honrado, obrero trabajador, pastor ingenuo o catedrático de renombre. Y todos, siempre, siempre, siempre hombres.

Un día la ira de las feministas estalló. No bastaban los palos, la miseria, las humillaciones, los piropos, el desprecio. No bastaban la burla y el sarcasmo, las fotos groseras, las películas pornográficas, los chistes, las historietas y el llamado humor (grosero, verde, antiestético e insultante de los escritores progres) siempre dispuesto a ridiculizar el cuerpo, el alma, la mente femeninas. No bastaban las violaciones.

Un día, en la prensa barcelonesa, Interviú, la revista especializada en el insulto a la mujer, sistemático, semana tras semana, publicó un anuncio:
“Se busca violada. Mejor embarazada a consecuencia. Para información de prensa. Alta retribución". Y ese día el cinismo añadido a las agresiones milenarias, rompió la paciencia de las feministas.

A la provocación se respondió con tomates y huevos y sprays, y los dignos varones, y los orgullosos periodistas y los intocables padres de familia (y ¡ay, por desgracia! Alguna entontecida mujercita) respondieron con airados calificativos, con sesudas peroratas que llamaban a la comprensión y a la sensatez, con el repudio indignado del histerismo femenino. Ninguno tuvo el sentido del humor suficiente para dar las gracias a las manifestantes por no haber utilizado piedras en lugar de tomates. Ninguno de los ofendidos tuvo la humildad suficiente para callar reconociendo cuando menos el error. Ninguno de los hombres airados tuvo la amplitud de espíritu suficiente para pedir perdón por tantas ofensas cometidas contra ellas, por ellos y por sus antecesores y por sus hermanos. Y sobre todo ninguno ha tenido la inteligencia suficiente para analizar las causas de la derrota y precaverse para el futuro.

Porque los tiempos han cambiado y la Era de la Mujer ha advenido. Hoy son doscientas feministas las que han iniciado el camino de responder a la burla con la burla, al desprecio con desprecio, a la agresión con la agresión. Nosotras no hemos iniciado la violencia, no hemos provocado la brutalidad. Por primera o segunda vez respondemos únicamente. Y tímidamente todavía.

Las voces que se han levantado condenando estúpidamente la cólera feminista – con santa indignación por cuatro huevos estrellados y un ojo lloroso -, no lo han hecho contra la cliteridectomía, las palizas, la venta de esposas, las humillaciones sociales, las injusticias legales, ni las violaciones. Unas lágrimas masculinas valen mucho, mucho más que millones de sexos, de brazos, de rostros femeninos violados, torturados, asesinados. Cuatro huevos y seis tomates son armas terribles y censurables, mucho, mucho peores que el látigo, las tenazas, el cuchillo, las cadenas, el palo y los puños masculinos. Cien gritos de mujeres mucho más ofensivos que millones de insultos masculinos. Y el cinismo y la burla y la arrogancia y la vanidad del reporterucho que trafica con cuerpos femeninos, con sexos femeninos, con dignidades femeninas para ensuciar la prensa y la mente de los lectores, mientras se atreve a hablar de dignidad profesional y de honrado trabajo, mucho, mucho más digno de respeto que miles de mujeres violadas.

Pero los tiempos han cambiado y la Era de la Mujer ha advenido. Ahora han sido doscientas feministas las que han iniciado el camino de la defensa feminista, mañana serán miles de mujeres las que seguirán el de pasar de la defensa al ataque. Miles de mujeres que enterrarán su historia secular de sumisión y escupirán sobre sus verdugos. Miles de mujeres que aprenderán de los hombres la alegría de la lucha, y tomate a tomate, piedra a piedra, alcanzarán la victoria. Y antes, mucho antes de ésta, los enemigos ya no se burlarán ni se indignarán. El desprecio será sustituido por el respeto y la carcajada por el miedo. Sólo en ese momento la mujer ocupará un espacio sobre la tierra.

Fuente: Revista Vindicación Feminista, Nº  17, 1 de noviembre de 1997.

1 comentario:

  1. Ja, Silvia, que bueno que recuperes este texto exponente de la historia del feminismo que entre todas construimos y que de todas maneras se encalla y se repite. Me alegra y también me entristece que sea tan actual. En todo caso, gracias por traerlo a la palestra. Elvira.

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